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Donald Trump

Cómo el segundo mandato de Trump podría cambiar la economía mundial

Quizá el regreso de Trump sea sobre todo una continuación de los últimos diez años. Tal vez los aranceles prohibitivos o la destrucción de las instituciones que hicieron de EEUU una potencia económica hagan que la economía estadounidense pierda relevancia.
Publicado 9 Nov 2024 – 07:31 AM EST | Actualizado 9 Nov 2024 – 07:42 AM EST
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La victoria de Donald Trump en las elecciones de 2024 y su amenaza de imponer aranceles a todas las importaciones a Estados Unidos pone de relieve un importante problema para la economía mundial.

EEUU es una potencia tecnológica, gasta más que ningún otro país en investigación y desarrollo y ha ganado más premios Nobel en los últimos cinco años que todos los demás países juntos. Sus inventos y éxitos económicos son la envidia del planeta, pero el resto del mundo debe hacer todo lo que esté en sus manos para evitar depender demasiado de él.

Y esta situación no habría sido muy diferente si hubiera ganado Harris. El enfoque “America first” de Trump ha sido en realidad una política bipartidista, al menos desde la política de independencia energética impuesta por el expresidente, Barack Obama. Desde entonces, EEUU ha estado en una búsqueda mayoritariamente interna de mantener la supremacía tecnológica al mismo tiempo que ponía fin a la deslocalización de empleos industriales.

Los altos aranceles prometidos por Trump genera preocupaciones a nivel mundial

Una de las principales decisiones de Trump en su primer mandato fue aceptar precios más altos para los consumidores estadounidenses, con el fin de proteger a los productores nacionales mediante la imposición de aranceles elevados a casi todos sus socios comerciales.

Por ejemplo, los aranceles que Trump impuso en 2018 a las lavadoras de todo el mundo se reflejaron en que los consumidores estadounidenses han estado pagando un 12% más por estos productos.

Por su parte, el presidente Joe Biden, de forma ciertamente más educada, aumentó algunos de los aranceles de Trump. Entre ellos, hasta el 100% sobre los vehículos eléctricos, el 50% sobre los es solares y el 25% sobre las baterías procedentes de China.

En un momento de emergencia climática, esta fue una clara opción para frenar la transición energética con el fin de proteger la fabricación estadounidense.

Aunque Biden firmó una tregua con Europa en materia de aranceles, inició una batalla quizá aún más dañina al lanzar una carrera de subvenciones.

China, Europa y el resto del mundo 'inquietos' por las futuras decisiones de Trump

Esta política industrial estadounidense puede haber estado orientada hacia el interior, pero tiene claras consecuencias para el resto del mundo.

China, tras décadas de crecimiento basado sobre todo en las exportaciones, debe hacer frente ahora a enormes problemas de exceso de capacidad industrial. El país intenta ahora fomentar más el consumo interno y diversificar sus socios comerciales.

Europa, a pesar de una restricción presupuestaria muy ajustada, gasta mucho dinero en la carrera de las subvenciones. Alemania, un país que se enfrenta a un crecimiento lento y a grandes dudas sobre su modelo industrial, se ha comprometido a igualar las subvenciones estadounidenses, ofreciendo por ejemplo 900 millones de euros al fabricante sueco de baterías Northvolt para que siga produciendo en el país.

Todas esas subvenciones están perjudicando a la economía mundial y podrían haber financiado fácilmente necesidades urgentes como la electrificación de todo el continente africano con es solares y baterías. Mientras tanto, China ha sustituido a Estados Unidos y Europa como mayor inversor en África, siguiendo su propio interés por los recursos naturales.

Además de EEUU, otros países podrían tomar acciones

El mandato entrante de Trump podría ser una oportunidad para fijar ideas.

Por ejemplo, se podría argumentar que la invasión a gran escala de Ucrania, y los miles de muertos y la crisis energética que la siguieron, podrían haberse evitado si la istración Biden hubiera sido más clara con el presidente ruso Vladimir Putin sobre las consecuencias de una invasión, y hubiera proporcionado armas modernas a Kiev antes de la guerra.

Pero la culpa es sobre todo de Europa. Hay que reconocer que el problema estratégico de depender demasiado del gas ruso es algo sobre lo que Trump había advertido claramente a Alemania durante su primer mandato.

Hay un claro camino a seguir: Europa podría ayudar a China a arreglar sus problemas de exceso de capacidad, negociando el fin de su propia guerra arancelaria contra la tecnología china, como los es solares y los coches eléctricos.

A cambio, Europa recuperaría algo de soberanía produciendo más energía limpia propia en lugar de importar cantidades récord de gas licuado de Estados Unidos. También podría aprender algunas cosas produciendo con empresas chinas, y China podría utilizar su inmensa influencia sobre Rusia para poner fin a la invasión de Ucrania.

La Unión Europea también podría esforzarse más en lo que mejor sabe hacer: firmar acuerdos comerciales y utilizarlos como medio para reducir las emisiones de carbono en todo el mundo.

No se trata solo de Europa y China. Tras décadas de mejora continua en todas las dimensiones importantes de la vida humana, el mundo está retrocediendo.

El número de personas que padecen hambre está aumentando, lo que nos devuelve a los niveles de 2008-9. La guerra hace estragos en Gaza, Sudán, Myanmar, Siria y ahora Líbano. El mundo no había visto tantas víctimas civiles desde 2010.

Para bien o para mal, es poco probable que una istración Trump invierta la senda del menor intervencionismo estadounidense. Tampoco es probable que lidere ninguna iniciativa importante sobre la paz, el cambio climático o la liberalización del comercio.

El mundo está solo, y Estados Unidos no vendrá a salvarlo.

No sabemos qué pasará con EEUU. Quizá el regreso de Trump sea sobre todo una continuación de los últimos diez años. Tal vez los aranceles prohibitivos o la destrucción de las instituciones que hicieron de EEUU una potencia económica hagan que la economía estadounidense pierda relevancia. Pero esto es algo que los estadounidenses han elegido, y algo con lo que el resto del mundo simplemente tiene que vivir.

Mientras tanto, lo único que puede hacer el mundo es aprender a trabajar mejor juntos, sin volverse demasiado dependientes unos de otros.

* Renaud Foucart es profesor de economía, en Lancaster University Management School.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Si desea leer la versión en inglés puede consultarla aquí.

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